viernes, 18 de julio de 2014

Series recomendadas: Gilmore Girls


Una vez se entra en Stars Hollow, es inevitable desear que sea un lugar real. Un pueblo tan entrañable, habitado por gente tan peculiar, con unas fiestas tan propias y un carácter tan especial debería existir. Además, es el hogar de Lorelai y Rory Gilmore, una madre y una hija que tod@s estaríamos encantad@s de tener como vecinas y (sobretodo) amigas. Todo en Gilmore Girls transmite cercanía, ternura, hospitalidad. Es una de esas series que te hacen revivir vivencias propias, que te permite implicarte y reconocerte en las tramas y que sabes que vas a extrañar mucho cuando se acabe.

Lorelai Gilmore (por quién ya proclamé mi amor hace unas semanas) se quedó embarazada a los dieciséis años y tuvo una hija, Rory, que crió sola después de escapar de casa de sus padres. La relación con ellos siempre ha sido distante, pero en el primer capítulo de la serie un giro de los acontecimientos provoca que se vea obligada a acudir a la casa donde se crió todos los viernes por la noche para cenar.


Así arranca una serie que nos habla de la familia, del amor y la amistad con un tono que no se puede negar que es un tanto edulcorado, pero que no cae en la lágrima fácil o los efectismos. En Gilmore Girls las cosas no se arreglan de un día para otro (hay muchas cosas que ni siquiera se arreglan en toda la serie), los problemas tienen un por qué y todas las decisiones tienen sus consecuencias. Los capítulos no se cierran con una moraleja ni con una promesa de que todo irá bien, si no que las tramas se desarrollan con naturalidad y realismo, a pesar de lo idílica que parece la vida en Stars Hollow.

De la mano de Rory y Lorelai, que a pesar de ser madre e hija tienen vidas muy paralelas, viviremos romances, discusiones, temores, cambios...veremos a Rory enamorarse por primera vez (cuando empieza la serie tiene dieciséis años), la seguiremos mientras lucha por cumplir su sueño de entrar en Harvard y viviremos de cerca la evolución de la relación de Lorelai con sus padres y su entrañable amistad con Luke, el dueño del restaurante donde las Gilmore van a buscar su incontestable ración de café matutino.


Lorelai y Rory son un equipo, les encanta estar juntas y su relación va más allá de lo materno-filial: son las mejores amigas. Sus conversaciones interminables y a veces imposibles de seguir, llenas de referencias, chistes propios y discrepancias acaloradas hacen que termines por creer que son madre e hija de verdad. Lauren Graham (Parenthood) y Alexis Bledel (Mad Men) tienen una complicidad que traspasa la pantalla, y en ellas radica el peso de toda la serie. El de Rory es un papel de adolescente a la que es muy fácil querer, y eso no es nada fácil en el mundo de las series, en el que la mayoría de teenagers se nos presentan díscolos, repelentes y amargados. Rory es entrañable en tantos sentidos que es imposible no adorarla.


Gilmore Girls goza de un buen puñado de personajes secundarios con identidad propia y que terminan siendo imprescindibles. Personajes peculiares que enfatizan ese carácter tan propio de la gente que vive en pueblos pequeños, donde todo el mundo se conoce y los chismorreos están a la orden del día. Sin embargo, los habitantes de Stars Hollow se quieren, y mucho, y mantienen una relación muy cercana entre ellos, lo que lleva a escenas de lo más divertidas.

En definitiva, estamos ante una de esas series inolvidables, con un universo propio que te atrapa y te envuelve con dulzura a lo largo de las siete temporadas que dura. Cuando Gilmore Girls termina, tienes la sensación de haber vivido un hermoso y placentero viaje, y, al igual que pasa con series como Friday Night Lights o Six Feet Under (siendo todas ellas muy distintas), una cierta sensación de melancolía te persigue durante unos días. Y es que, señores y señoras, las chicas Gilmore se hacen querer. Y mucho.

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